viernes, 20 de febrero de 2009

Prólogo de investigación de la Historia de Quebracho

El primer impulso por escribir apareció como por arte de magia en alguno de aquellos momentos de “locura nocturna” dentro de nuestra habitación. Buscando en los recuerdos he intentado dilucidar tal estímulo por escribir una historia de Quebracho. Permítanme hacer referencia a aquel momento.


Cursando sexto año de escuela unos de los tantos compañeros, apareció con un cuaderno adornado en sus tapas con recortes de diarios de fotos de jugadores de fútbol. Tanta fue nuestra admiración por aquel cuaderno, que decidimos comenzar a coleccionar recortes futbolísticos. Lo que en principio fueron solo fotos, al tiempo pasaron a ser diarios deportivos, mas tarde revistas y finalmente libros. Aquel primer aliento sin dudas se lo debemos a él. Desde aquel día no hemos cesado de archivar todo lo que ha sido escrito sobre Quebracho o algo que pueda tener relación. Hacemos malabares para conseguir diarios que por algún emergente no hemos podido adquirir pero, han sido, sin embargo, muchas las veces que se nos han escapado de las manos, unas porque nuestra adorada madre los regalaba para que la abuela los utilicé en su estufa, otros porque eran utilizados como envoltorio en el almacén o, principalmente los de economía de “El País” utilizados en el bar para envolver algún licor o simplemente algún apetitoso vino. Este fue el motivo que nos obligó a internarnos en los archivos de varios periódicos para suplir las falencias informativas. Tenemos algunos apuntes que hemos guardado en nuestro diario personal que en más de una oportunidad se ha tornado periódico, en algunos casos semanarios, cuando no en quincenal y hasta en casos extremos en mensual. Sin embargo con tal de no caer en la rutina de escribir en él, escribía en hojas sueltas que anexaba cuando eran fechadas con ciertas impresiones que este mundo causa en nuestra existencia.

Somos simples pasajeros que hemos comprendido que todo es ajeno, somos extranjero allí donde pisamos, todo hemos de tomarlo prestado, el cuerpo, el lenguaje, las palabras, en cuantas cosas prestadas caminamos por el mundo y cuantas de ellas manejamos como propias. Somos herederos de tantos elementos entre ellas la escritura. Sin embargo la realidad es demasiado compleja como para explicarla con palabras, como decía Borges, la realidad está más allá de las palabras, estas son como las sombras platónicas, meros e imperfectos reflejos, con los que armamos mundos alternativos que tal vez nunca se parezcan a los reales. Teniendo en cuenta lo anterior es necesario hacer algunas apreciaciones a considerar: 1) que la historia la hacen los protagonistas y la escriben los escritores, 2) que la historia ha sido mejor de lo que un historiador la puede contar. Los sucesos humanos son rescatados por el historiador y este muchas veces los enaltece[1]; 3) que un fenómeno histórico nunca podrá ser explicado en su totalidad fuera de su momento, de su tiempo y su contexto; 4) por ultimo, que quienes no conocen el pasado, están condenados a repetirlo.-


Atento a estas salvedades, pido permiso al lector para internarme en una parte de la rica historia de Quebracho. Escribir la historia de un pueblo, máxime si se tiene en cuenta la inmensidad de información que aún espera ser sistematizada, organizada, jerarquizada y secuenciada es un trabajo arduo y los recursos para investigación de pequeñas localidades del interior no suelen conseguirse como a uno le gustaría, por diferentes motivos, entre otros, por el poco valor cultural, por el escaso mercado para el costo editorial que esto implica y porque el imperio del pasado ha decaído ante el poder del vivir el “instante”. Aún sabiendo que un trabajo como este pueda tener poca significancia mercantil o rédito económico, hemos dedicado gran parte de nuestra vida a visitar lugares, a sentarnos en alguna vieja biblioteca o hurgando aquellos libros de actas que duermen en algún baúl, amarillentos, en la casa de tal o cual vecino, hojeando fotos e interrogando a personas que han expresado conocimientos sobre nuestra villa. Pero también observando el vivir diario y cotidiano de quienes realizan la historia, escuchando frases, descifrando gestos en una minuciosa y “sherlokholmiana” tarea de investigar, pero sobre todo intentando oír e interpretar silencios.


Todos los días de nuestras vidas ocurren cosas, hechos y no hechos, muchos de ellos adquirirán trascendencia otros se escaparán de toda memoria o solo serán recordados por algún privilegiado memorioso. Según el gusto del consumidor, serán archivados en su memoria o lo dejará fluir para algún día recordarlos o quizás no imaginarlos jamás. Cuanto daría por ser el personaje de Borges “Funes el memorioso” para recordar todos los momentos de mi vida o el personaje de Alan Poe, Auguste Dupin que se inmiscuyó en el pensamiento del otro personaje y encadenó todos sus pensamientos hasta llevarlo a su punto de partida para explicarle porque en determinado momento pensó lo que pensó.

Hay ciertas máximas que indican que los buenos poetas roban y los malos toman prestados[2]. Seremos buenos poetas, porque sencillamente robaremos frases que otros escribieron, recogeremos musas que han dejado tiradas y las haremos propias, inconscientemente aparecerán como reflexiones puramente nuestras, sin embargo alguien ya las habrá dicho, escrito, imaginado o pensado. Humildemente, hemos leído, oído, pensado e imaginado tanto que seguramente no podremos recordar a quien lo dijo en su momento, de donde o cuando sacamos tal o cual cosa y cual fue el preciso encadenamiento de pensamientos que nos llevó a deducir y discernir las palabras que quedarán impresas en este trabajo.
[1] (histor griego = testigo)
[2] Cleeford Geertz en su prologo del libro sobre el Islam menciona una frase algo parecida.

Oldemar Chacón Agosto 2007


viernes, 13 de febrero de 2009